Causas del conflicto
Mobutu Sese Seko
- Artículo relacionado: Mobutu Sese Seko
La turbulenta historia del territorio que ocupa la actual República Democrática del Congo tiene su origen en la colonización del territorio por parte de los belgas desde mediados del siglo XIX. La administración del rey Leopoldo II fue considerada de una brutalidad y violencia inusitada, incluso para los estándares del colonialismo de su época. Esto prosiguió en gran medida más allá de 1908, cuando el dominio privado del rey se convirtió en el Congo Belga. Producto de su extraordinaria riqueza mineral y de los lastres del colonialismo, la vida de la naciente república fue problemática desde el comienzo de la transición a la vida independiente.
La primera elección democrática efectuada en el país (1960) dio como resultado la elección de Patrice Lumumba, de tendencias izquierdistas. Éste fue derrocado por Mobutu Sese Seko, en un golpe apoyado por la CIA y Bélgica. Para 1965 Mobutu se había consolidado como el hombre fuerte del país, estableciendo una dictadura que duraría por muchos años. Mantuvo el apoyo de los países occidentales gracias a su apoyo en la guerra contra la influencia soviética que arreciaba en Angola. Este apoyo permitió a Mobutu obtener una fabulosa fortuna personal, mientras que el país caía en una espiral de hambre, destrucción, empobrecimiento y subdesarrollo insalvable dentro de una economía de subsistencia. Después de la disolución de la URSS a comienzos de la década de 1990, las presiones en contra de Mobutu crecieron de forma sostenida, al no ser necesario para combatir contra unos enemigos ya desaparecidos. Para contrarrestar este efecto, el dictador creó un fuerte culto a la personalidad al mismo tiempo que las agencias internacionales concluían que el país era un caso perdido. En 1991 la presión hacia el régimen se tradujo en un primer acuerdo que otorgó concesiones a los líderes de la oposición, lo cual no pudo evitar el inminente desastre. Para 1995 la crisis había debilitado el poder del dictador, y su influencia era escasa. Los salarios de la administración pública no se pagaban, la violencia era endémica y la corrupción la rutina de cada día.
El fin de la Guerra Fría significó el abandono de toda el África subsahariana por las grandes potencias, dejando los países a la deriva para que enfrentaran sus problemas por sí mismos. Los conflictos internos no tardaron en destaparse, mientras los resultados que habían provocado los lastres del colonialismo y del conflicto entre los Estados Unidos y la afloraban. Cuando los estadounidenses dejaron de apoyar a Mobutu, esto se convirtió en la señal esperada por sus opositores para iniciar una gran campaña que terminase con su derrocamiento y el fin de la dictadura.
El segundo ingrediente que faltaba para desencadenar una gran crisis regional lo aportó el genocidio ruandés de 1994. Producto de estos graves hechos, además de la violencia incubada en Burundi, la zona oriental del Zaire se convirtió en un refugio para millones de hutus que huían de sus tierras, intentando salvar sus vidas. La gran crisis de refugiados de la región de los Grandes Lagos dejó la zona en manos de las milicias interahamwe (formada por hutus que habían llevado a cabo buena parte del genocidio) apoyadas por elementos del anterior Ejército de Ruanda.
La Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (AFDLC) encontró entonces el apoyo de los ruandeses y ugandeses, quienes canalizaron gran cantidad de dinero y armas para que continuaran la guerra contra las fuerzas de Mobutu. Dirigidas por Laurent Désiré Kabila, estas fuerzas dieron inicio a la primera guerra del Congo en 1996. El gobierno de Ruanda, dirigido por una coalición de fuerzas tutsis, protestó enérgicamente contra las fuerzas hutus refugiadas en la zona, que realizaban incursiones dentro de su territorio. La salida que se buscó entonces fue armar a los banyamulengue, etnia tutsi que habitaba en Zaire. El gobierno de Mobutu Sese Seko denunció vigorosamente esta intervención, aunque su capacidad de acción en términos militares era nula, además de que su capital político era escaso.
Kabila marcha hacia Kinshasa
Abandonado por sus antiguos aliados, el régimen de Kinshasa se derrumbó fácilmente, una vez que las fuerzas de Kabila iniciaron su descenso por el río Congo.[10] Encontraron escasa resistencia y pudieron concluir su campaña en un breve plazo. Cabe también señalar que Kabila gozaba de cierto prestigio, que había incrementado con el tiempo, al haber sostenido una constante oposición a Mobutu por más de veinte años, Kabila destacaba por ser un declarado marxista, seguidor de Mao Zedong, y por haber tomado parte en la fracasada insurrección apoyada por el guerrillero argentino Che Guevara a mediados de la década de 1960.
Por su parte, el ejército del AFDLC estaba formado en gran parte por tutsis veteranos de los conflictos de la zona de los Grandes Lagos. El ejército se puso en movimiento en diciembre de 1996, con la toma de control de los pueblos mineros y fronterizos en los cuales estableció bases de apoyo. Informes de masacres y de represiones brutales cometidas por los insurrectos llegaron lentamente a Occidente. Un delegado de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas, el chileno Roberto Garretón,[11] informó que testigos presenciales hablaban de grandes masacres cometidas por los rebeldes, estableciendo una cifra aproximada de 60.000 muertos en su avance. Estos informes fueron siempre negados por el AFDLC. Las investigaciones llevadas a cabo en Goma, establecieron que la práctica de la desaparición forzada, la tortura y los asesinatos estaban a la orden del día. Garretón citó a Moese Nyarugabo, un ayudante de Mobutu, quien le señaló que estas muertes y desapariciones eran esperables en tiempo de guerra.
En marzo de 1997, las fuerzas de Kabila iniciaron una gran ofensiva bélica, al tiempo que exigían la rendición del gobierno. Se informó que el 27 del mismo mes los rebeldes ocupaban la ciudad de
Kasenga, pese a ser este hecho desmentido por Mobutu. Bajo los auspicios de varios países y organizaciones, se hicieron a finales de marzo varias tentativas de llegar a un acuerdo. El 2 de abril fue designado un nuevo primer ministro, Etienne Tshisekedi, antiguo opositor de Mobutu. Estos cambios fueron despreciados por Kabila por considerarlos superficiales, además de advertirle a Tshisekedi que si aceptaba el cargo no podría formar parte de un eventual nuevo gobierno.
Los constantes avances del AFDLC a lo largo del río llegaron a su punto culminante cuando en mayo se encontraron a las puertas de Kinshasa. El 16 de ese mes, el ejército multinacional dirigido por Kabila tomó el control del aeropuerto de Lubumbashi, una vez fracasadas las negociaciones. El dictador huyó ese mismo día, proclamándose Kabila presidente. En ese mismo momento comenzaron grandes purgas, además del intento de Kabila de reorganizar el país.
El apoyo indeseado
La frontera entre la República Democrática del Congo con
Ruanda y
Burundi.
Cuando en mayo de 1997 Kabila tomó el control de la capital, se enfrentó con gravísimos problemas para gobernar la nueva “República Democrática del Congo” (RDC). Fuera de los conflictos entre sus propios partidarios locales y una exorbitante deuda externa, sus colaboradores extranjeros decidieron no abandonar el país cuando se les solicitó. La presencia de una gran cantidad de ruandeses en la capital mostraba a Kabila como una marioneta de los regímenes externos ante los mismos congoleses.
La creciente tensión se agravó cuando, el 14 de julio de 1998, Kabila se deshizo de su comandante militar, el ruandés James Kabare, remplazándolo por uno nacional. El aparente control que parecía tener Kabila sobre su base política congolesa le daba la fuerza para intentar poner distancia en su compleja relación con los países que le llevaron al poder. Pese a que la jugada enfrió su relación con Kigali, intentó mejorarla nombrando a Kabare asistente militar de su sucesor. Sin embargo, dos semanas después Kabila abandonó la diplomacia, agradeciendo a Ruanda su ayuda y ordenando a esas tropas, además de las de Uganda, abandonar con la mayor brevedad el país. En menos de 24 horas todos los colaboradores militares ruandeses fueron despachados a casa sin ningún tipo de ceremonia. Esto provocó una gran inquietud entre los grupos que se veían abandonados por la partida de los extranjeros, principalmente los banyamulengues del este del Congo. Las tensiones de este último grupo con las naciones vecinas había sido una de las causas de la primera guerra del Congo. Fuera de esto habían sido utilizados por los ruandeses para entrar al país, y poco tiempo después se vieron envueltos nuevamente en un conflicto armado.